El Dadaísmo fue un movimiento cultural surgido
primero en Europa y posteriormente en Estados Unidos. Fue creado en el Cabaret Voltaire en Zúrich (Suiza) entre1916 y 1922 con Hugo Ball como fundador, cuando una serie de artistas
de distintas nacionalidades se encontraron como refugiados en esa ciudad
durante la Primera Guerra Mundial. El Dadaísmo surgió del
desencanto que sentían esos artistas al vivir en la Europa del periodo tardío
de la Primera Guerra Mundial y, posteriormente, de la
actitud de rebelión hacia la abulia y desinterés social característico de los
artistas del periodo de entreguerras.
La expansión del mensaje dadaísta fue intensa,
amplia y tuvo repercusiones en todos los campos artísticos. En Alemania
encontró adeptos entre los intelectuales y artistas que apoyaban el movimiento espartaquista. En Francia ganó las simpatías
de escritores como Bretón, Louis Aragón y el poeta italiano Ungaretti.
El Dadaísmo se presenta como una ideología total,
como una forma de vivir y como un rechazo absoluto de toda tradición o esquema
anterior. En el fondo es un antihumanismo, entendiendo por humanismo toda la tradición anterior, tanto filosófica
como artística o literaria. No por casualidad en una de sus primeras
publicaciones había escrito como cabecera la siguiente frase de Descartes: «No quiero ni siquiera saber si antes de
mí hubo otro hombre.»
Se manifiesta contra la belleza eterna, contra la
eternidad de los principios, contra las leyes de la lógica, contra la
inmovilidad del pensamiento, contra la pureza de los conceptos abstractos y
contra lo universal en general. Propugna, en cambio, la desenfrenada libertad
del individuo, la espontaneidad, lo inmediato, actual y aleatorio, la crónica
contra la intemporalidad, la contradicción, el "no" donde los demás
dicen "sí" y el "sí" donde los demás dicen "no";
defiende el caos contra el orden y la imperfección contra la
perfección. Por tanto, en su rigor negativo, también está contra el modernismo, y las demás vanguardias: el expresionismo, el cubismo, el futurismo y el abstraccionismo, acusándolos, en última instancia, de ser
sucedáneos de cuanto ha sido destruido o está a punto de serlo. La estética
dadaísta niega la razón, el sentido, la construcción del consciente. Sus formas
expresivas son el gesto, el escándalo, la provocación. Para el Dadaísmo, la
poesía está en la acción y las fronteras entre arte y vida deben ser abolidas.